Gracias al Coronavirus a muchos nos ha tocado aislarnos del mundo y, con ello, enfrentarnos a ciertas cositas que evitábamos con la rutina... Así que, mi intención es aprovechar para romper mi silencio impuesto (o intentarlo) y a ver si sale algo decente...
Día de San José (19 de marzo)
Todos los 19 de marzo, el día de San José, mi segundo pensamiento (el primero es para mi padre y progenitor) es para estas dos personas que he tenido la suerte de tener cerca durante toda mi vida: mis abuelos
Ambos contienen al santo en su nombre y, aunque yo no soy religiosa ni creo en los santos, este día siempre están en mi pensamiento.
Hoy les miro o les hablo y les siento tan frágiles… se me escapan… y me duele. Por ello, querría hacer honor a su memoria. Aunque más bien es a la mía de ellos.
Recuerdo que, en el Hórreo, no nos dejaban correr alrededor de la piscina y que el abuelo nos hacía lavarnos los pies en la ducha externa antes de meternos al agua. Allí también recuerdo las tardes en el columpio, viendo atardecer o jugando a subirnos por los palos, recuerdo el arbusto que había al lado, donde una vez la gata (no recuerdo su nombre, era la hija de Cusqui o algo así) tuvo, creo recordar, cinco cachorritos y les pusimos nombre a todos…
Recuerdo los desayunos de tostadas, colocadas estratégicamente para que no se quedasen blandas al enfriarse (ambas de pie, apoyadas una sobre otra por la parte más alta, formando un triangulo con el plato), el Saber y Ganar tras el telediario, en el que el abuelo era el más rápido siempre, el Western de después, el rosario de mi abuela a media tarde mientras iba a regar sus flores con mimo o a tender la colada, las noches de Gran Prix, con su posterior paseo nocturno y las partidas infinitas a los militos en la terraza mientras los mosquitos se achicharraban en la trampa de luz, las cenas de boles de caramelo verde llenos de leche y Corn Flakes, las oraciones de mi abuela por la noche…
Recuerdo la pulcritud de la abuela y los gruñidos o malas caras del abuelo cuando algo hacías que a él no le gustaba y las riñas de la abuela…
Tengo grabado en mi recuerdo a ella, en la habitación haciendo las camas, o en la cocina o en la salita al lado de la ventana cosiendo, siempre canturreando u oyendo en la radio el evangelio del día, mientras, el abuelo arreglaba el jardín o la piscina e iba a la compra.
Recuerdo estar con la abuela en la terraza del hórreo haciendo los deberes, ella me ayudaba mientras cosía, a veces me contaba historias, yo escuchaba y preguntaba… Siempre me contestó aunque fuese un “no sé, hija”.
Recuerdo ir con el abuelo a revisar la parra, recogíamos las uvas que estaban bien y me explicaba los rudimentarios métodos para evitar a pájaros y avispas, luego pasábamos por la higuera y nos comíamos un par de higos de los que recogíamos y, cuando estábamos en el piso de Madrid, me llevaba con él a comprar el periódico y luego al parque.
Con ellos, tanto en el Hórreo como en Madrid, aprendí tantas cosas… Aprendí a pelar y cortar patatas, pimientos y otras verduras, a cocinar alguna cosa sencilla, lo poco de costura que he llegado (y problablemente llegue) a saber en mi vida. Aprendí a reciclarlo y aprovecharlo TODO – de mil maneras que ya querrían muchos ecologistas- y, sobre todo, a cuidar las cosas…
Aprendí muchos, muchísimos, dichos y refranes populares, la diferencia de pronunciación entre la “v” y la “b” y la “ll” y la “y”, unas cuantas oraciones a la virgen (de una de las cuales aún me sé el comienzo porque me encanta). Aprendí a calcular edades (luego se proyectó a cantidades y demás) a través de ecuaciones de primer grado, mejoré con la lectura y aprendí a valorarla, a hacer crucigramas y sudokus…
Siempre he sentido mucho respeto y admiración por estas dos personas que, en base, fueron parte de mi educación.
Yo les conocí así, como abuelos… siempre me he preguntado cómo serían en otros contextos: de jóvenes, como padres, como hijos… Pero yo les conocí así y así quiero guardarles siempre en mi memoria, porque creo que es lo que merecen, que todos les guardemos con el mejor recuerdo que tengamos y que NUNCA les olvidemos.
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Urbe:
Y me asomo a ti,
como a una caracola,
Y tu océano es
el sonido de los coches