Ha pasado tanto tiempo que ya casi ni sabían cuánto, o
preferían no saberlo.
Sus caminos se separaron, por uno u otro motivo, y ahora si se ven se saludan con una sonrisa y un "¿qué tal te va la vida?". Parece mentira que hace años estuvieron tan unidos.
Sus caminos se separaron, por uno u otro motivo, y ahora si se ven se saludan con una sonrisa y un "¿qué tal te va la vida?". Parece mentira que hace años estuvieron tan unidos.
De vez en cuando alguno encuentra un recuerdo en el
trastero de su cabeza y se preguntan qué habrá sido de aquellos amigos que dejó
atrás hace tiempo. Aún se mantiene el contacto, gracias a esas incertidumbres
momentáneas, pero es tan efímero que se limita a una conversación anual
por cada cumpleaños o, a veces, tan solo son rumores que otras personas
cuentan. Pero... ¿Cuánto más durará eso? Las relaciones se irán enfriando y, lo
poco que quede vivo aún de aquello, que fue en su día una fuerte
amistad, morirá y lo saben, incluso hay momentos en que parece imposible
mantener esa mínima relación y que prefieren quedarse con el recuerdo que les
queda, que es tan bello y tan puro, de lo que fueron.
Estoy segura de que aún recuerdan las risas escupidas
en pipas en los bancos al pasar por aquella esquina en la que solían estar, las
películas en la casa de alguno de ellos cuando, un día de
melancolía, pasan por allí y miran si hay luz en las ventanas, intentando
recrear en su mente esos momentos. Los romances incontables y
efímeros en los parques por los que aún siguen pasando cada día, los
quebraderos de cabeza de la pubertad entre esas calles que ahora pisan con
otras personas y con otros pensamientos, quizá más serios. Las escapadas
nocturnas, las gamberradas inocentes, las noches eternas de veranos calurosos
tumbados en el césped, las carreras a la salida del colegio para evitar que las
profesoras se diesen cuenta de que las chicas ya no llevaban el uniforme y el
entusiasmo de los chicos esperando en la puerta... Si, seguro que
recuerdan todos esos momentos. Seguro que aún pueden oír resonar en sus oídos
aquellas palabras, gritos, risas y llantos. Estoy segura de que les vienen
a la cabeza esos recuerdos en las tardes nostálgicas pasando por alguno
de los múltiples lugares por los que solían rondar y estoy segura de que
sonreirán añorando viejos tiempos, los recuerdos que parecen intactos, incluso
los malos.
Quizá son esos, los recuerdos malos, los que les alejaron. Pensaron que así dejarían de oír esos llantos, esos gritos desesperados. Que
dejarían atrás el hecho de que debían crecer, ese hecho que llegó tan de
repente. Pensaron que si alejaban esas caras de ellos, también alejarían el
recuerdo de aquel fracaso y la impotencia que sintieron en aquellos días, en
que no eran más que unos niños forzados a ser adultos antes de tiempo, y que no
era más que un preludio de lo que tendrían para el resto de sus vidas...
Igual que los buenos, los recuerdos malos también les
llegan, un día como hoy, reavivando los miedos que creyeron haber dejado atrás
y esa tristeza que dieron por olvidada. El saber que no supieron estar ahí y
las dudas de hace años vuelven a sus corazones un día como hoy; tarde para
actuar, pudiendo hacerlo ahora mejor que antes porque ya son mayores y saben
"lo que se tiene que hacer en estas situaciones", pero igualmente
tarde, porque las cosas han cambiado, porque ya no son aquellos niños, sino que
son adultos y distintos a lo que eran entonces. Ya no se puede echar marcha
atrás... Ahora, como adultos que son, echan un vistazo al pasado, permitiéndose
unos momentos de duda y debilidad y luego, de nuevo mirando al frente, siguen
caminando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario