martes, 20 de diciembre de 2011

La carta que nunca te envié

Sé que hace poco que publiqué, pero con motivo de estas fechas tan señaladas, en las que afloran sentimientos olvidados, en mi mente también despertó el recuerdo de una carta.
Una carta que me aprendí de memoria y cuyo destinatario jamás recibió...
Esta carta fue escrita allá por el 2006, aquí os la pongo prácticamente igual que como la conservo en el papel:




Me gustaría escribir lo mucho que te quiero, añoro o espero. Pero no es así como lo siento ¿o tal vez si? 
Ya no sé lo que pienso de ti. Solo sé que para mi significas mucho y que no me convienes, no eres de fiar. Pero, cada vez que te miro, comprendo lo distinta que sería mi vida si tú no hubieras existido.

Siento que algo en mi mente resbala, muere, se acaba. Necesito vaciar mi mente de sentimientos, hay tantos que se nublan unos a otros.
No sé si quiero hablar de ti o de mi y, aunque quiero, soy incapaz de escribir lo mucho que te quiero, añoro o espero, porque no es así como lo siento ¿o quizás si?
Tampoco quiero decir algo malo sobre ti, ya que no es así como lo siento. En cuanto a mi… es absurdo escribirte (precisamente a ti) algo sobre mi, o por lo menos eso quiero creer.
A veces siento que me miras…Sé que es una sensación que, con el tiempo, acabará desapareciendo, pero nada volverá a ser igual.
Te mentí, te sigo mintiendo y, aunque no quiero seguir con esto, sé que el demonio que llevo en mí volverá a vencer y nunca sabré si soy buena o mala, si fuiste tu la mala compañía o lo fui yo, si lo que siento es amor u odio. No entiendo este juego, será porque no quiero admitir la soledad…
No sé que será de mi, ni de ti. A veces quisiera viajar al futuro, un solo un segundo, para saber como acabaré yo, como acabaras tú y todos los demás.
No sé lo que quiero, estoy confusa y nadando entre dudas. Mi pluma empaña este papel con cosas incongruentes, jamás habrá un medicamento que cure mi enfermedad.
Quisiera salir de mi cuerpo, poder ver el mundo desde tu mente para entender todo lo que ahora me resulta tan incomprensible.

Sé que te gustaría leer en este papel lo mucho que te quiero, añoro o espero. Pero… no lo siento así ¿o quizás si?

domingo, 11 de diciembre de 2011

Delirios de pasión

Musas:


Una mano fría recorre su espalda desnuda y un placer inexplicable la invade haciéndola estremecer. Se da la vuelta y se lo encuentra de frente, a unos centímetros de su cara. Su intención prematura de darle un bofetón había desaparecido con esa caricia, nadie sabía tocarla como él lo hacía, todo desaparecía cuando él la tocaba y él lo sabía.

Le agarró de la camisa y en un segundo acortaron la poca distancia que les separaba y se besaron apasionadamente. Ella comienza a mordisquearle el cuello mientras le desabrocha la camisa, él se deja hacer mientras suspira, pero pronto la responde y comienzan a  seducirse y desnudarse entre ellos con miradas, besos y caricias suaves, hasta adentrarse en una lujuriosa batalla, en la que combaten con distintas formas de besar, tocar, morder o chupar en las que la brutalidad y la delicadeza se van combinando en sus movimientos y respiración.

Viviendo uno del otro, como alimentándose, nutriéndose y respirando cada uno a través del otro y al revés, incansablemente y cada vez con más sed, más hambre y más agonía. Es tal la avaricia que alguien que les viese pensaría que están fusionándose entre ellos, creando un ser con dos espaldas y ocho miembros que se retuercen y entrelazan hasta confundirse, en una escena de amor infinita, en un sexo interminable, en un matrimonio irrompible.





Danza sublime:

Él crea y destruye, despedaza y reconstruye, en un periquete. El es el amo y es esclavo. Es nada y es todo.
Mira sin mirar, viéndolo todo sin mostrar sentimiento alguno por lo que ve, siempre hermético.
Sus palabras son como brazos que, en un arrebato de ira, se estiraran hacia delante con el puño cerrado para acabar estampadas en mi cara, en lo más profundo de mi cabeza, duele y callo. No tiene piedad en sus golpes. Nunca cede, nunca se disculpa, nunca mira atrás.
De nuevo siento su fuerza. Me agarra con su brazo atrayéndome hacia él, con agresividad y ternura, nos fundimos en un beso cálido y de nuevo caigo en sus brazos. Esta vez me hace enloquecer con sus caricias que combinan ternura y pasión. Sus labios y su voz me atrapan, es dueño de mis ojos. Conoce mi cuerpo y lo recorre con soltura; sabe cómo hacerme estremecer.
Es un tira y afloja: Él engañando con la mirada y matando por los labios, de mil maneras distintas. Se divierte exasperándome, para luego hacerme olvidar otra vez con besos y caricias, es un juego cruel en el que yo me revelo diciendo “La ultima vez”, pero vuelvo a caer, una y otra vez.
Acaricia suave, besa con fuerza, es certero en sus disparos y conoce mis movimientos, me taladra en lo más profundo del cerebro con su mirada profunda mientras me hace estremecer.
Atrapada en una red, de la que no puedo salir, por que él me convence de que no quiero hacerlo en cuanto estoy en la puerta.
Como una danza loca y sublime, yo corriendo lejos, él alcanzándome: me atrae hacia sí, yo caigo, me sostiene y me tira lejos, me maltrata para curarme después, llenándome de saliva y caricias. 
Vuelvo a él, siempre vuelvo. Creo que no me mira, pero ya me ha visto y está de nuevo aquí.