Una mano fría recorre su espalda desnuda y un placer
inexplicable la invade haciéndola estremecer. Se da la vuelta y se lo encuentra
de frente, a unos centímetros de su cara. Su intención prematura de darle un bofetón
había desaparecido con esa caricia, nadie sabía tocarla como él lo
hacía, todo desaparecía cuando él la tocaba y él lo sabía.
Le agarró de la camisa y en un segundo acortaron la poca
distancia que les separaba y se besaron apasionadamente. Ella comienza a mordisquearle el cuello mientras le desabrocha la camisa, él se deja hacer mientras
suspira, pero pronto la responde y comienzan a seducirse y desnudarse
entre ellos con miradas, besos y caricias suaves, hasta adentrarse en una
lujuriosa batalla, en la que combaten con distintas formas de besar, tocar,
morder o chupar en las que la brutalidad y la delicadeza se van combinando en
sus movimientos y respiración.
Viviendo uno del otro, como
alimentándose, nutriéndose y respirando cada uno a través del otro y
al revés, incansablemente y cada vez con más sed, más hambre y más
agonía. Es tal la avaricia que alguien que les viese pensaría que
están fusionándose entre ellos, creando un ser con dos espaldas y ocho miembros
que se retuercen y entrelazan hasta confundirse, en una escena de amor infinita,
en un sexo interminable, en un matrimonio irrompible.
Danza sublime:
Él crea y destruye, despedaza y reconstruye, en un
periquete. El es el amo y es esclavo. Es nada y es todo.
Mira sin mirar, viéndolo todo sin mostrar sentimiento
alguno por lo que ve, siempre hermético.
Sus palabras son como brazos que, en un arrebato de ira, se
estiraran hacia delante con el puño cerrado para acabar estampadas en mi cara,
en lo más profundo de mi cabeza, duele y callo. No tiene piedad en sus golpes.
Nunca cede, nunca se disculpa, nunca mira atrás.
De nuevo siento su fuerza. Me agarra con su brazo
atrayéndome hacia él, con agresividad y ternura, nos fundimos en un beso
cálido y de nuevo caigo en sus brazos. Esta vez me hace enloquecer con sus
caricias que combinan ternura y pasión. Sus labios y su voz me atrapan, es
dueño de mis ojos. Conoce mi cuerpo y lo recorre con soltura; sabe cómo hacerme
estremecer.
Es un tira y afloja: Él engañando con la mirada y matando
por los labios, de mil maneras distintas. Se divierte exasperándome, para
luego hacerme olvidar otra vez con besos y caricias, es un juego cruel en el
que yo me revelo diciendo “La ultima vez”, pero vuelvo a caer, una y otra vez.
Acaricia suave, besa con fuerza, es certero en sus disparos
y conoce mis movimientos, me taladra en lo más profundo del cerebro con su
mirada profunda mientras me hace estremecer.
Atrapada en una red, de la que no puedo salir, por que él
me convence de que no quiero hacerlo en cuanto estoy en la puerta.
Como una danza loca y sublime, yo corriendo lejos, él
alcanzándome: me atrae hacia sí, yo caigo, me sostiene y me tira lejos, me
maltrata para curarme después, llenándome de saliva y caricias.
Vuelvo a él, siempre vuelvo. Creo que no me mira, pero ya
me ha visto y está de nuevo aquí.
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