Segundo capítulo de la leyenda de Celina y su llave:
Celina
que, a ojos de todo el mundo, había vuelto de unas largas vacaciones, ya no era
la misma. Seguía con su vida normal, pero sus ojos eran ahora fríos, rara vez
sonreía y la inexpresividad reinaba en su rostro.
Todo en
su vida se convirtió en efímero: Se rodeaba de mucha gente pero el trato con
ellos era demasiado superficial como para que llegasen a considerarse sus
amigos, tenía muchos amantes, pero después de una temporada se cansaba y
buscaba otros nuevos.
Lo que,
al principio, todo el mundo había justificado como reacción por haberse visto
abandonada, empezó a ser molesto y criticado hasta el punto de que se la
comenzó a conocer como “la mujer de hielo”. Los niños iban a su perta a
burlarse de ella, pero ella no se inmutaba, lo cual acabó haciendo que la
temiesen. Se llegó incluso a crear mala fama entre las vecinas por acostarse
con hombres casados o por los numerosos chicos a los que había enamorado y
abandonado, pero a ella nada de eso le importaba; ella solo conocía un AHORA y
un YO.
Pasó el
tiempo y uno de aquellos días, que para ella eran idénticos unos de otros, dado
que los sentimientos no influían en su relevancia, vio en el mercado a un chico
que atrajo su atención con sus profundos ojos marrones. Instantáneamente decidió
que sería su nuevo amante y no tardó en conseguir llamar su atención.
- Ten cuidado con esa chica. – Oyó Lesmes que le decía la dependienta del puesto frente al que estaba.
No
había reparado en que se había quedado mirando a la chica descaradamente en
medio del mercado. Soltó una suave risita disimulando su rubor.
- ¿Por qué no?- Preguntó él, como si tal cosa, mientras se centraba de nuevo en las verduras que había venido a comprar.
- ¿No has oído lo que cuentan? – Él levantó la vista con interés. Claramente no tenía ni idea de lo que estaba hablando, él era nuevo en la ciudad.
- Muchos se han enamorado de ella, han ido a llorar a su puerta, la han suplicado su amor, pero ella… ¡Ni se inmutaba! Dicen que es una bruja que se alimenta del dolor de la gente, pero yo no sé qué pensar. Se la conoce como “la mujer de hielo” por su frialdad. – Decía la mujer con un tono entre el misterio y el chismorreo.
- Bueno, gracias por el aviso. – Dijo mientras pagaba las verduras y se alejaba entre divertido e intrigado. Sin darse cuenta aquella señora había encendido la llama; no había cosa que le atrajese más a Lesmes que un misterio por resolver.
La
buscó con la mirada a través del gentío y enseguida la localizó. Le miraba
desde la distancia, apoyada contra una de las paredes de la plaza en la que se
encontraba el mercado; le estaba esperando. Esto le causó más intriga todavía.
- ¿Cómo sabías que pasaría por aquí?- Preguntó él sorprendido. Y ella se limitó a encoger los hombros.
Tras una formal presentación caminaron juntos
mientras charlaban. Cuando llegaron a la esquina de la casa de Celina, esta se
despidió ofreciéndole cenar juntos esa noche para continuar con la entretenida
charla.
Durante
la cena ella parecía sumamente interesada en lo que había traído a Lesmes a
aquella aburrida ciudad provinciana. Él habló largo y tendido del trayecto que
había hecho y, más brevemente, explicó que unos negocios le habían llevado
hasta aquel lugar. Celina se alegró al saber que su estancia no se prolongaría
por mucho tiempo (ya tenía demasiados problemas con los vecinos). Su charla continuó
alegremente y él quedó en visitarla al día siguiente.
Celina
había conseguido crear mucho suspense alrededor de su persona evitando, con
elegante sutileza, cualquier tema relevante a su vida personal. Esto, sumado a
aquella advertencia de la verdulera, no hizo más que aumentar el deseo de
Lesmes de saber más, así que decidió ir a hablar con las gentes de por allí,
tenía que investigar y decidió empezar por la primera persona que le había
despertado la intriga.
A la
mañana siguiente, en el mercado, consiguió más de lo que esperaba:
- Dicen por ahí que está embrujada, que vendió su alma al diablo o algo por el estilo… - decía la vendedora - Yo la conocía cuando niña. Su madre era amiga suya ¿sabes? y, desde que su prometido la abandonó, hará dos años, no ha vuelto a ser la misma.
- ¿Prometido? - Preguntó él, más para sí mismo que a la señora.
- Sí. Tuvo un romance con un muchacho de aquí. Pero creo que la abandonó para irse con otra mujer… No sé exactamente cómo quedó la historia pero, al parecer, la pobre quedó destrozada. Durante un tiempo no la vimos por aquí; yo imaginé que se había ido a unos baños a recuperar la salud, el humor… Cierto es que cuando volvió se la veía mejor, pero ¡a qué precio! Aquí corren rumores de todo tipo; incluso hay quien dice que ella le mató, pero yo se lo digo, que la conocí cuando era bien pequeña, hasta hace dos años era una chica muy dulce y muy buena, no sé qué le habrá pasado…
Lesmes
en seguida se dio cuenta de que aquella chica no era un misterio solo para él;
todas las historias que recopiló era parecidas la de la señora: muchas eran
rumores semejantes a los que la verdulera le había mencionado, algunos con
detalles muy macabros, versiones difamatorias de antiguos amantes o amigos.
Todos coincidían en lo mismo: ella volvió cambiada de aquel tiempo ausente tras
su ruptura.
Entre
todo aquel chismorreo había algunas narraciones de personas con las que Celina
ahora mantenía una relación mínima, o
casi nula, pero que en su día fueron importantes: familiares, amigos de la
familia o antiguos buenos amigos. Estos a Lesmes le merecían realmente la pena.
Recopilaba anécdotas de la niñez de Celina, descripciones de su personalidad
(de la que ellos recordaban), historias sobre su juventud, etc. Disfrutaba tanto
de aquellas historias como los narradores; que se apenaban mucho de haberse
distanciado tanto de ella.
Durante
las investigaciones, Lesmes se las había ingeniado para conseguir encuentros, aparentemente
azarosos, con ella los días que esta había rehuido su compañía. Alargaba aquellos
encuentros lo máximo posible y, durante el tiempo que pasaban juntos,
estudiaba con detenimiento cada sonrisa vacía, el perder de su mirada en el
infinito, la profundidad de sus ojos… Este
misterio cada día le atraía más y ya no era solo el misterio que la rodeaba lo
que le atraía irremediablemente.
A
veces, creía ver entre toda aquella fachada de frialdad e indiferencia a la
verdadera Celina, hasta el punto de descubrirse admirándola; estaba tan
alejada de lo habitual, era tan fuerte, tan decidida… Cuando fue consciente de
que le estaba empezando a gustar demasiado, decidió a hacer la segunda cosa que
más le gustaba; los retos. Se propuso conseguir que ella se enamorara de él.