Aquella noche estaba empapada en alcohol y enmarcada en humo
de marihuana. Todos teníamos una meta esa noche: olvidar nuestros problemas
y vivir la noche, esa noche.
Huíamos de todo aquello que nos rodeaba,
asfixiándonos, hiriéndonos, obligándonos a tomar decisiones, a veces
precipitadas, de las que nos arrepentiríamos o no. Los motivos eran miles, algunos compartidos: luchar por algo
inalcanzable (ya fuera un trabajo o una carrera), trabajos que nos agobiaban,
mal pagados y sin los cuales no podíamos estar, padres que daban mas problemas
que ayudas, problemas con la pareja, etc. y otros, sin embargo, mas íntimos; miedo
al compromiso, dudas existenciales, conflictos morales...
Éramos más de los habituales, algunos ni nos conocíamos entre
nosotros, pero eso no importaba, aquella noche cuantos más mejor. No quedábamos
para hablar de nuestros problemas, tan solo para beber y olvidar, olvidar y
beber; fumar y beber, y olvidar de nuevo, reír a carcajada limpia, sentir que
seguíamos vivos y olvidar... Olvidar mientras bebíamos y fumábamos y reíamos.
Ninguno dijo cuáles eran sus intenciones esa noche, pero yo lo
sabía, todos lo sabíamos, lo veíamos en los ojos de cada uno de nosotros, lo
olíamos en el humo que desprendían nuestras bocas. Sin darnos cuenta lo
estábamos expresando en cada gesto y cada palabra, en cada risa, reprimida
tanto tiempo.
Cansados del mundo y de nosotros mismos todos buscábamos, de
una forma u otra, llenar ese vacío, al menos esa noche, mañana ya veríamos.
Esa noche, nuestras conversaciones eran banales y confusas,
nuestra ropa arreglada y nuestros cuerpos estaban seguros de no querer irse a
dormir en toda la noche…
Entre todas aquellas personas, los ojos mas profundos y fríos
eran aquellos que llevaban tanto tiempo huyendo y escondiendo sus propios
sentimientos entre libros y actividades, humor amargo y relaciones sociales
vacías, esos ojos pertenecían a la única persona de aquel enjambre que parecía
no estar allí. Sus ojos habían cogido ese tono
mate y profundo en el que nada se puede leer, que acompañaban a una cara de
perfecta inexpresividad si se quedaba completamente seria (que solía ser muy a
menudo), esos ojos y esa cara pertenecían a David, que hoy también reía,
gritaba, charlaba y bebía como todos los demás, y su cara no era hoy seria e
inexpresiva, sin embargo sus ojos seguían igual, siempre iguales, siempre mates
y profundos, inexpresivos a pesar de las carcajadas de su boca.
David no solía beber mucho pero ese día decidió, por
motivos que desconozco, que quizá si era una buena idea huir como lo
hacíamos nosotros (una forma distinta a la suya).
El ambiente era bueno, todos nos sentíamos a gusto, no éramos alcohólicos
sino un montón de jóvenes pasando un buen rato un sábado por la noche.
Recordar una noche como aquella resulta complicado; a partir
de cierta hora los recuerdos se vuelven confusos y difuminados, y algunas
lagunas hacen que no puedas hilar acontecimientos con facilidad. Es por eso que
no puedo explicar cómo, ni por qué me vi en la puerta del ultimo garito al que
habíamos entrado, riéndome con los comentarios de mis amigos mientras sujetaba
mi cigarro con la mano cuando de repente David me agarró de la cintura y me
arrastró hasta una esquina de la calle unos metros mas allá de donde antes
estábamos nosotros.
-Ven conmigo.-Oí que decía mientras me alejaba de mis amigos.
Yo gritaba en broma y me intentaba soltar de su fuerte brazo que
me agarraba la cintura exagerándolo a posta para hacer gracia.
Cuando llegamos, a donde él debió pensar era un buen sitio
donde parar, yo me apoyé en la pared y me llevé el cigarrillo a la boca con una
media sonrisa que pretendía provocarle. Él miró hacia atrás y luego hacia mi
otra vez, hizo ese movimiento varias veces, dando pasos hacia delante y hacia
atrás de vez en cuando con cierta torpeza que demostraban que esa noche había
bebido, y mucho, y como si no se atreviese del todo a hacer lo que quería. Se
pasó la mano por el pelo mientras resoplaba mirando al suelo (no sé si porque a su vista las formas y las cosas bailaban, producto del alcohol, o por
miedo). Mi expresión cambió de la sonrisa provocativa a los ojos sorprendidos.
-Dilo directamente, estás demasiado borracho para recordarlo
mañana, no creo que sea tan grave.- Me atreví a decir entre risas. Quería
restarle importancia a eso que le torturaba por dentro, al fin y al cabo, David
y yo llevábamos enrollados un año y entre nosotros había una regla, no escrita y
nunca mencionada, de no hablar de sentimientos ni de cosas personales, por lo
menos no en serio.
-He bebido demasiado, no tengo las cosas muy claras...- Me dijo
dudando de nuevo. Yo le agarré la cara, le di un beso rápido en la boca y le
miré sin alejarme mucho de su cara para tranquilizarle y sujetarle a la vez, ya
que parecía faltarle el equilibrio. David me agarró las manos, que aún
estaban sujetando su cara, y sonrió también, luego me dio un beso mas largo aún
y se fue dejando caer hasta el suelo llevándome por delante mientras me besaba,
yo también había bebido suficiente como para no poder sostener su peso y el
mío, por lo que acabamos los dos en el suelo, yo sobre él.
-No sé muy bien si debería decirte esto...- Se atrevió a decir, una vez en el suelo. Mientras, yo me reía por la tontería
de tirarnos al suelo. Me preocupaba un poco el estado de David; no estaba acostumbrado a beber tanto.
-De acuerdo - Dijo cogiendo aire -Te quiero desde el primer
momento en que te lo dije y mis sentimientos no han cambiado y creo que nunca
cambiaran.- Lo dijo tan rápido que casi no lo entendí e instantáneamente me
salió de contestación el típico "¿qué?"de los que escuchan pero no
oyen, de los que oyen pero no escuchan, y reciben la información unos segundos
más tarde, pero él no sabía que yo no le había oído y deduje que era la
respuesta por la que temía decirme lo que pensaba, porque giró la cara
apartándola de mí con un "olvídalo" entre dientes.
En cuanto
me di cuenta, segundos más tarde (aún no le había dado tiempo a levantarse e
irse, que seguro era su propósito) le contesté:
-¿Aquella vez que me dijiste: "Te quiero...digo… me
gustas, como amiga"?- Recordaba aquella frase como si fuera ayer, fue
gracioso en su momento, sonó como si realmente se hubiese confundido de palabra
porque estaba pensando en otra cosa o porque no quería decir la típica frase
de "te quiero como amiga". Se lo dije entre risas ya que la situación
me parecía absurda y estaba en ese momento de la borrachera en el que te ríes
por todo.
En cuanto oyó aquello me clavó la mirada profundamente, se
había dado cuenta de que una vez rota la norma que él mismo había impuesto con
sus silencios y su personalidad cerrada, ya no podía volver a atrás.
-Si, bueno... Me salió solo... Me gustabas mucho, no sé si en
ese momento te quería como te quiero ahora, pero desde luego entonces ya me
había empezado a enamorar de ti.- Dijo escondiendo cada vez más la cabeza en la
sudadera, como buscando la excusa del frío para huir de mi mirada. Divagaba, se
notaba que le costaba pensar.
Yo no sabía qué pensar ni qué decir, aunque de repente veía
todo claro: Su miedo al compromiso, sus silencios, el no quedarse nunca en mi
casa a dormir, la inexpresividad de sus mensajes y llamadas... Y una alegría, que hacía mucho que no sentía, invadió mi mente como un rayo. Le besé, un beso
largo y cariñoso, luego otro mas corto y luego muchos más.
Mientras que
le besaba estaba feliz y a la vez intentaba serenarme, no podía tirarme a
la piscina directamente, tenía que pensarlo. "A todo el mundo le hace
feliz que alguien le quiera, siente que es necesario en este mundo... No tiene
por qué significar que sea reciproco. Sin embargo, yo también siento algo por
él, pero no sé si llega a ser amor" pensé. No me quería precipitar, no
quería cometer otra vez ese error y hacerme daño y a él. Tampoco quería
pensarlo ahora, ni ahora ni nunca, y me parecía difícil que algún día pudiera
tenerlo claro, no podía, ni quería, imaginar un futuro; programarlo... Lo único
que sabía era que quería estar con él en ese momento y no quería ir más
allá, al fin y al cabo aquella era una noche de olvidar y beber, y fumar y
reír.
En ese momento no quería, ni podía, tomar una decisión o decir
"para siempre", hacía mucho que no podía hacerlo, tampoco quería
oírlo. Solo quería que alguien estuviese ahí, conmigo, olvidando… y ese alguien
tenía que quererlo también a su vez, así, juntos, disfrutando el uno del otro,
podríamos simplemente olvidar el mundo, ese que nos asfixiaba, que nos hacía
daño y nos obligaba a tomar decisiones, a prometer un "para siempre"
que no podíamos asegurar. No sabía como explicárselo, igual que él, comprendí
lo que me había querido decir, y me di cuenta, el había dicho "creo que
nunca cambiarán", no me había prometido nada, ni me había pedido ninguna
promesa. Entendí su dilema a la hora de transmitir lo que sentía porque
no quería que sonase a nada que asegurase un futuro, era más complicado y mas
bello que eso... En un momento encontré la manera perfecta de decirle que
estaba de acuerdo y de, por decirlo de alguna manera, explicar nuestra
situación verbalmente y canté:"If I lay here, If I just lay here... would
you lie with me and just forget the world?". Él solo me abrazó y supe que
me había entendido y que no había malinterpretado las señales. Sonreí, cerré
los ojos y noté como él suspiraba... Ahora olvidaríamos el mundo juntos.
Entonces dejamos de besarnos y él cerró los ojos y se quedó
tumbado en el suelo. Era una noche de septiembre y aún no hacía mucho frío a
pesar de que ya era de madrugada, me quedé tumbada sobre él, con la cabeza en
su pecho.