martes, 20 de diciembre de 2011

La carta que nunca te envié

Sé que hace poco que publiqué, pero con motivo de estas fechas tan señaladas, en las que afloran sentimientos olvidados, en mi mente también despertó el recuerdo de una carta.
Una carta que me aprendí de memoria y cuyo destinatario jamás recibió...
Esta carta fue escrita allá por el 2006, aquí os la pongo prácticamente igual que como la conservo en el papel:




Me gustaría escribir lo mucho que te quiero, añoro o espero. Pero no es así como lo siento ¿o tal vez si? 
Ya no sé lo que pienso de ti. Solo sé que para mi significas mucho y que no me convienes, no eres de fiar. Pero, cada vez que te miro, comprendo lo distinta que sería mi vida si tú no hubieras existido.

Siento que algo en mi mente resbala, muere, se acaba. Necesito vaciar mi mente de sentimientos, hay tantos que se nublan unos a otros.
No sé si quiero hablar de ti o de mi y, aunque quiero, soy incapaz de escribir lo mucho que te quiero, añoro o espero, porque no es así como lo siento ¿o quizás si?
Tampoco quiero decir algo malo sobre ti, ya que no es así como lo siento. En cuanto a mi… es absurdo escribirte (precisamente a ti) algo sobre mi, o por lo menos eso quiero creer.
A veces siento que me miras…Sé que es una sensación que, con el tiempo, acabará desapareciendo, pero nada volverá a ser igual.
Te mentí, te sigo mintiendo y, aunque no quiero seguir con esto, sé que el demonio que llevo en mí volverá a vencer y nunca sabré si soy buena o mala, si fuiste tu la mala compañía o lo fui yo, si lo que siento es amor u odio. No entiendo este juego, será porque no quiero admitir la soledad…
No sé que será de mi, ni de ti. A veces quisiera viajar al futuro, un solo un segundo, para saber como acabaré yo, como acabaras tú y todos los demás.
No sé lo que quiero, estoy confusa y nadando entre dudas. Mi pluma empaña este papel con cosas incongruentes, jamás habrá un medicamento que cure mi enfermedad.
Quisiera salir de mi cuerpo, poder ver el mundo desde tu mente para entender todo lo que ahora me resulta tan incomprensible.

Sé que te gustaría leer en este papel lo mucho que te quiero, añoro o espero. Pero… no lo siento así ¿o quizás si?

domingo, 11 de diciembre de 2011

Delirios de pasión

Musas:


Una mano fría recorre su espalda desnuda y un placer inexplicable la invade haciéndola estremecer. Se da la vuelta y se lo encuentra de frente, a unos centímetros de su cara. Su intención prematura de darle un bofetón había desaparecido con esa caricia, nadie sabía tocarla como él lo hacía, todo desaparecía cuando él la tocaba y él lo sabía.

Le agarró de la camisa y en un segundo acortaron la poca distancia que les separaba y se besaron apasionadamente. Ella comienza a mordisquearle el cuello mientras le desabrocha la camisa, él se deja hacer mientras suspira, pero pronto la responde y comienzan a  seducirse y desnudarse entre ellos con miradas, besos y caricias suaves, hasta adentrarse en una lujuriosa batalla, en la que combaten con distintas formas de besar, tocar, morder o chupar en las que la brutalidad y la delicadeza se van combinando en sus movimientos y respiración.

Viviendo uno del otro, como alimentándose, nutriéndose y respirando cada uno a través del otro y al revés, incansablemente y cada vez con más sed, más hambre y más agonía. Es tal la avaricia que alguien que les viese pensaría que están fusionándose entre ellos, creando un ser con dos espaldas y ocho miembros que se retuercen y entrelazan hasta confundirse, en una escena de amor infinita, en un sexo interminable, en un matrimonio irrompible.





Danza sublime:

Él crea y destruye, despedaza y reconstruye, en un periquete. El es el amo y es esclavo. Es nada y es todo.
Mira sin mirar, viéndolo todo sin mostrar sentimiento alguno por lo que ve, siempre hermético.
Sus palabras son como brazos que, en un arrebato de ira, se estiraran hacia delante con el puño cerrado para acabar estampadas en mi cara, en lo más profundo de mi cabeza, duele y callo. No tiene piedad en sus golpes. Nunca cede, nunca se disculpa, nunca mira atrás.
De nuevo siento su fuerza. Me agarra con su brazo atrayéndome hacia él, con agresividad y ternura, nos fundimos en un beso cálido y de nuevo caigo en sus brazos. Esta vez me hace enloquecer con sus caricias que combinan ternura y pasión. Sus labios y su voz me atrapan, es dueño de mis ojos. Conoce mi cuerpo y lo recorre con soltura; sabe cómo hacerme estremecer.
Es un tira y afloja: Él engañando con la mirada y matando por los labios, de mil maneras distintas. Se divierte exasperándome, para luego hacerme olvidar otra vez con besos y caricias, es un juego cruel en el que yo me revelo diciendo “La ultima vez”, pero vuelvo a caer, una y otra vez.
Acaricia suave, besa con fuerza, es certero en sus disparos y conoce mis movimientos, me taladra en lo más profundo del cerebro con su mirada profunda mientras me hace estremecer.
Atrapada en una red, de la que no puedo salir, por que él me convence de que no quiero hacerlo en cuanto estoy en la puerta.
Como una danza loca y sublime, yo corriendo lejos, él alcanzándome: me atrae hacia sí, yo caigo, me sostiene y me tira lejos, me maltrata para curarme después, llenándome de saliva y caricias. 
Vuelvo a él, siempre vuelvo. Creo que no me mira, pero ya me ha visto y está de nuevo aquí.



martes, 22 de noviembre de 2011

Adiós vida


Una gota de sudor se resbalaba lentamente por el final de la axila. Con los brazos ligeramente flexionados, apoyados el alféizar de la ventana, soportando casi todo el peso de mi cuerpo. Casi sin poder respirar, con la espalda doblada, aún de pie frente a la ventana. 
Dejé caer la cabeza hasta que quedó a la altura de los hombros, ahora podía verme los pies descalzos, y dejé que mi cabeza se calentase cada vez más, podía notar como se iba enrojeciendo, aunque no la viese, mientras oía el acelerado palpitar del corazón en mi cabeza y notaba vibrar mis sienes. 
Ese día había despertado de una manera distinta; había estado pensando en los acontecimientos ocurridos últimamente en mi vida mientras me vencía el sueño y, no en balde, aquellos pensamientos habían hecho mella en mí... Aquella mañana, no era un día normal, había tomado una decisión y era la hora de llevarla a cabo.


Ya había caído la noche y la anaranjada luz de las farolas iluminaba la calle insuficientemente.
Levanté la cabeza rápidamente, me había parecido oír un ruido… Si, la tormenta que se llevaba temiendo hacía tanto tiempo estaba comenzando, en poco rato empezaría a llover. Miré al cielo sacando la cabeza por la ventana abierta, como intentando calcular cuánto tiempo tardarían en caer las gotas. Me quedé un segundo con la mirada en el cielo, estática en aquella postura, sacando medio cuerpo fuera, mientras meditaba: Mientras me vestía aquella mañana los pensamientos se habían ido amontonando en mi mente y habían ido tomando formas extrañas; formas de recuerdos del pasado, de personas, de momentos y, en general, de mi vida… Esa que me había propuesto cambiar “YA” tantas veces y que luego acababa siendo un "LUEGO" y al final jamás cambiaba, aquella vida que ya no sería la mía, aquella que ya había llegado a su "YA" final, al último “YA” que conocería este nombre, esta yo.

Me di cuenta entonces, de que no tenía más tiempo que perder. Miré hacia atrás, al fondo de mi habitación, y luego hacía delante de nuevo, al edificio que tenía delante. Pasé el brazo por mi frente, en la que habían quedado pegados, por el sudor, algunos pelos rebeldes.
Subí al escritorio, situado frente a la ventana, poniéndome de pie sobre él, y me sujeté en los laterales de la ventana mirando al vacío primero y, luego, hacia el cielo. Ya no me quedaba mucho y aún así no temblaba, estaban firme, a pesar de que sabía lo que me esperaba.
Sí, ya nadie me haría cambiar de opinión de nuevo, por fin me había dado cuenta de lo que me sucedía y echar marcha atrás NO era una opción.
Así es, la vida me quedaba grande. Yo quería vivir, me gustaba la vida. Sentir, saborear, tocar… Todo lo que significa la vida era hermoso y fascinante para mí. Incluso el dolor, pero ya no podía vivir más sintiendo esa angustia que me oprimía el pecho.
Era como aquella prenda de tu madre, que te pruebas de pequeña y te encanta, deseas ser mayor pronto y que te valga, rezas para poder lucirla algún día. En tu pequeño cuerpecito queda enorme, pero te imaginas cómo será cuando te valga y te ves ¡perfecta!
Sin embargo, la sensación de que yo jamás crecería lo suficiente como para verme bien en esa prenda me estaba quemando lentamente.

La lluvia empezó a empaparme la cara, era una lluvia cálida, a pesar de que la noche era fresca. Sonreí al sentirla en mi cara, en mi cuerpo, me empapaba la cara acalorada por la angustia y los nervios. La brisa me acariciaba y refrescaba. Me permití un último momento de duda; cerré los ojos y recordé la decisión que había tomado esa mañana y lo que me había llevado finalmente hasta esa ventana: El aprendizaje que debía significar la vida, en mí, había llegado a su cenit, y fue esa mañana cuando me di cuenta de este detalle.

No estaba cansada de la vida, ni siquiera estaba deprimida. Simplemente había llegado al final de mi aprendizaje, ya no podía aprender más de ella, y aún así no conseguía que fuese como yo quería.

“Tal vez”, me dije un momento antes de saltar, para convencerme por completo, “Tal vez… así comprenderé que es lo que me falta, comprenderé tantas cosas que no se comprenden jamás…” Y salté, al vacío, en aquella noche lluviosa.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Recuerdos


Ha pasado tanto tiempo que ya casi ni sabían cuánto, o preferían no saberlo. 
Sus caminos se separaron, por uno u otro motivo, y ahora si se ven se saludan con una sonrisa y un "¿qué tal te va la vida?". Parece mentira que hace años estuvieron tan unidos.

De vez en cuando alguno encuentra un recuerdo en el trastero de su cabeza y se preguntan qué habrá sido de aquellos amigos que dejó atrás hace tiempo. Aún se mantiene el contacto, gracias a esas incertidumbres momentáneas, pero es tan efímero que se limita a una conversación anual por cada cumpleaños o, a veces, tan solo son rumores que otras personas cuentan. Pero... ¿Cuánto más durará eso? Las relaciones se irán enfriando y, lo poco que quede vivo aún de aquello, que fue en su día una fuerte amistad, morirá y lo saben, incluso hay momentos en que parece imposible mantener esa mínima relación y que prefieren quedarse con el recuerdo que les queda, que es tan bello y tan puro, de lo que fueron.

Estoy segura de que aún recuerdan las risas escupidas en pipas en los bancos al pasar por aquella esquina en la que solían estar, las películas en la casa de alguno de ellos cuando, un día de melancolía, pasan por allí y miran si hay luz en las ventanas, intentando recrear en su mente esos momentos. Los romances incontables y efímeros en los parques por los que aún siguen pasando cada día, los quebraderos de cabeza de la pubertad entre esas calles que ahora pisan con otras personas y con otros pensamientos, quizá más serios. Las escapadas nocturnas, las gamberradas inocentes, las noches eternas de veranos calurosos tumbados en el césped, las carreras a la salida del colegio para evitar que las profesoras se diesen cuenta de que las chicas ya no llevaban el uniforme y el entusiasmo de los chicos esperando en la puerta... Si, seguro que recuerdan todos esos momentos. Seguro que aún pueden oír resonar en sus oídos aquellas palabras, gritos, risas y llantos. Estoy segura de que les vienen a la cabeza esos recuerdos en las tardes nostálgicas pasando por alguno de los múltiples lugares por los que solían rondar y estoy segura de que sonreirán añorando viejos tiempos, los recuerdos que parecen intactos, incluso los malos.
Quizá son esos, los recuerdos malos, los que les alejaron. Pensaron que así dejarían de oír esos llantos, esos gritos desesperados. Que dejarían atrás el hecho de que debían crecer, ese hecho que llegó tan de repente. Pensaron que si alejaban esas caras de ellos, también alejarían el recuerdo de aquel fracaso y la impotencia que sintieron en aquellos días, en que no eran más que unos niños forzados a ser adultos antes de tiempo, y que no era más que un preludio de lo que tendrían para el resto de sus vidas...

Igual que los buenos, los recuerdos malos también les llegan, un día como hoy, reavivando los miedos que creyeron haber dejado atrás y esa tristeza que dieron por olvidada. El saber que no supieron estar ahí y las dudas de hace años vuelven a sus corazones un día como hoy; tarde para actuar, pudiendo hacerlo ahora mejor que antes porque ya son mayores y saben "lo que se tiene que hacer en estas situaciones", pero igualmente tarde, porque las cosas han cambiado, porque ya no son aquellos niños, sino que son adultos y distintos a lo que eran entonces. Ya no se puede echar marcha atrás... Ahora, como adultos que son, echan un vistazo al pasado, permitiéndose unos momentos de duda y debilidad y luego, de nuevo mirando al frente, siguen caminando.


viernes, 14 de octubre de 2011

would you lie with me and just forget the world?


Aquella noche estaba empapada en alcohol y enmarcada en humo de marihuana. Todos teníamos una meta esa noche: olvidar nuestros problemas y vivir la noche, esa noche. 
Huíamos de todo aquello que nos rodeaba, asfixiándonos, hiriéndonos, obligándonos a tomar decisiones, a veces precipitadas, de las que nos arrepentiríamos o no. Los motivos eran miles, algunos compartidos: luchar por algo inalcanzable (ya fuera un trabajo o una carrera), trabajos que nos agobiaban, mal pagados y sin los cuales no podíamos estar, padres que daban mas problemas que ayudas, problemas con la pareja, etc. y otros, sin embargo, mas íntimos; miedo al compromiso, dudas existenciales, conflictos morales...

Éramos más de los habituales, algunos ni nos conocíamos entre nosotros, pero eso no importaba, aquella noche cuantos más mejor. No quedábamos para hablar de nuestros problemas, tan solo para beber y olvidar, olvidar y beber; fumar y beber, y olvidar de nuevo, reír a carcajada limpia, sentir que seguíamos vivos y olvidar... Olvidar mientras bebíamos y fumábamos y reíamos.
Ninguno dijo cuáles eran sus intenciones esa noche, pero yo lo sabía, todos lo sabíamos, lo veíamos en los ojos de cada uno de nosotros, lo olíamos en el humo que desprendían nuestras bocas. Sin darnos cuenta lo estábamos expresando en cada gesto y cada palabra, en cada risa, reprimida tanto tiempo.
Cansados del mundo y de nosotros mismos todos buscábamos, de una forma u otra, llenar ese vacío, al menos esa noche, mañana ya veríamos.
Esa noche, nuestras conversaciones eran banales y confusas, nuestra ropa arreglada y nuestros cuerpos estaban seguros de no querer irse a dormir en toda la noche…
Entre todas aquellas personas, los ojos mas profundos y fríos eran aquellos que llevaban tanto tiempo huyendo y escondiendo sus propios sentimientos entre libros y actividades, humor amargo y relaciones sociales vacías, esos ojos pertenecían a la única persona de aquel enjambre que parecía no estar allí. Sus ojos habían cogido ese tono mate y profundo en el que nada se puede leer, que acompañaban a una cara de perfecta inexpresividad si se quedaba completamente seria (que solía ser muy a menudo), esos ojos y esa cara pertenecían a David, que hoy también reía, gritaba, charlaba y bebía como todos los demás, y su cara no era hoy seria e inexpresiva, sin embargo sus ojos seguían igual, siempre iguales, siempre mates y profundos, inexpresivos a pesar de las carcajadas de su boca.
David no solía beber mucho pero ese día decidió, por  motivos que desconozco, que quizá si era una buena idea huir como lo hacíamos nosotros (una forma distinta a la suya).
El ambiente era bueno, todos nos sentíamos a gusto, no éramos alcohólicos sino un montón de jóvenes pasando un buen rato un sábado por la noche.
Recordar una noche como aquella resulta complicado; a partir de cierta hora los recuerdos se vuelven confusos y difuminados, y algunas lagunas hacen que no puedas hilar acontecimientos con facilidad. Es por eso que no puedo explicar cómo, ni por qué me vi en la puerta del ultimo garito al que habíamos entrado, riéndome con los comentarios de mis amigos mientras sujetaba mi cigarro con la mano cuando de repente David me agarró de la cintura y me arrastró hasta una esquina de la calle unos metros mas allá de donde antes estábamos nosotros.
-Ven conmigo.-Oí que decía mientras me alejaba de mis amigos. Yo gritaba en broma y me intentaba soltar de su fuerte brazo que me agarraba la cintura exagerándolo a posta para hacer gracia.
Cuando llegamos, a donde él debió pensar era un buen sitio donde parar, yo me apoyé en la pared y me llevé el cigarrillo a la boca con una media sonrisa que pretendía provocarle. Él miró hacia atrás y luego hacia mi otra vez, hizo ese movimiento varias veces, dando pasos hacia delante y hacia atrás de vez en cuando con cierta torpeza que demostraban que esa noche había bebido, y mucho, y como si no se atreviese del todo a hacer lo que quería. Se pasó la mano por el pelo mientras resoplaba mirando al suelo (no sé si porque a su vista las formas y las cosas bailaban, producto del alcohol, o por miedo). Mi expresión cambió de la sonrisa provocativa a los ojos sorprendidos.
-Dilo directamente, estás demasiado borracho para recordarlo mañana, no creo que sea tan grave.- Me atreví a decir entre risas. Quería restarle importancia a eso que le torturaba por dentro, al fin y al cabo, David y yo llevábamos enrollados un año y entre nosotros había una regla, no escrita y nunca mencionada, de no hablar de sentimientos ni de cosas personales, por lo menos no en serio.
-He bebido demasiado, no tengo las cosas muy claras...- Me dijo dudando de nuevo. Yo le agarré la cara, le di un beso rápido en la boca y le miré sin alejarme mucho de su cara para tranquilizarle y sujetarle a la vez, ya que parecía faltarle el equilibrio. David me agarró las manos, que aún estaban sujetando su cara, y sonrió también, luego me dio un beso mas largo aún y se fue dejando caer hasta el suelo llevándome por delante mientras me besaba, yo también había bebido suficiente como para no poder sostener su peso y el mío, por lo que acabamos los dos en el suelo, yo sobre él.
-No sé muy bien si debería decirte esto...- Se atrevió a decir, una vez en el suelo. Mientras, yo me reía por la tontería de tirarnos al suelo. Me preocupaba un poco el estado de David; no estaba acostumbrado a beber tanto.
-De acuerdo - Dijo cogiendo aire -Te quiero desde el primer momento en que te lo dije y mis sentimientos no han cambiado y creo que nunca cambiaran.- Lo dijo tan rápido que casi no lo entendí e instantáneamente me salió de contestación el típico "¿qué?"de los que escuchan pero no oyen, de los que oyen pero no escuchan, y reciben la información unos segundos más tarde, pero él no sabía que yo no le había oído y deduje que era la respuesta por la que temía decirme lo que pensaba, porque giró la cara apartándola de mí con un "olvídalo" entre dientes. 
En cuanto me di cuenta, segundos más tarde (aún no le había dado tiempo a levantarse e irse, que seguro era su propósito) le contesté:
-¿Aquella vez que me dijiste: "Te quiero...digo… me gustas, como amiga"?- Recordaba aquella frase como si fuera ayer, fue gracioso en su momento, sonó como si realmente se hubiese confundido de palabra porque estaba pensando en otra cosa o porque no quería decir la típica frase de "te quiero como amiga". Se lo dije entre risas ya que la situación me parecía absurda y estaba en ese momento de la borrachera en el que te ríes por todo.
En cuanto oyó aquello me clavó la mirada profundamente, se había dado cuenta de que una vez rota la norma que él mismo había impuesto con sus silencios y su personalidad cerrada, ya no podía volver a atrás.
-Si, bueno... Me salió solo... Me gustabas mucho, no sé si en ese momento te quería como te quiero ahora, pero desde luego entonces ya me había empezado a enamorar de ti.- Dijo escondiendo cada vez más la cabeza en la sudadera, como buscando la excusa del frío para huir de mi mirada. Divagaba, se notaba que le costaba pensar.
Yo no sabía qué pensar ni qué decir, aunque de repente veía todo claro: Su miedo al compromiso, sus silencios, el no quedarse nunca en mi casa a dormir, la inexpresividad de sus mensajes y llamadas... Y una alegría, que hacía mucho que no sentía, invadió mi mente como un rayo. Le besé, un beso largo y cariñoso, luego otro mas corto y luego muchos más.
Mientras que le besaba estaba feliz y a la vez intentaba serenarme, no podía tirarme a la piscina directamente, tenía que pensarlo. "A todo el mundo le hace feliz que alguien le quiera, siente que es necesario en este mundo... No tiene por qué significar que sea reciproco. Sin embargo, yo también siento algo por él, pero no sé si llega a ser amor" pensé. No me quería precipitar, no quería cometer otra vez ese error y hacerme daño y a él. Tampoco quería pensarlo ahora, ni ahora ni nunca, y me parecía difícil que algún día pudiera tenerlo claro, no podía, ni quería, imaginar un futuro; programarlo... Lo único que sabía era que quería estar con él en ese momento y no quería ir más allá, al fin y al cabo aquella era una noche de olvidar y beber, y fumar y reír.

En ese momento no quería, ni podía, tomar una decisión o decir "para siempre", hacía mucho que no podía hacerlo, tampoco quería oírlo. Solo quería que alguien estuviese ahí, conmigo, olvidando… y ese alguien tenía que quererlo también a su vez, así, juntos, disfrutando el uno del otro, podríamos simplemente olvidar el mundo, ese que nos asfixiaba, que nos hacía daño y nos obligaba a tomar decisiones, a prometer un "para siempre" que no podíamos asegurar. No sabía como explicárselo, igual que él, comprendí lo que me había querido decir, y me di cuenta, el había dicho "creo que nunca cambiarán", no me había prometido nada, ni me había pedido ninguna promesa. Entendí su dilema a la hora de transmitir lo que sentía porque no quería que sonase a nada que asegurase un futuro, era más complicado y mas bello que eso... En un momento encontré la manera perfecta de decirle que estaba de acuerdo y de, por decirlo de alguna manera, explicar nuestra situación verbalmente y canté:"If I lay here, If I just lay here... would you lie with me and just forget the world?". Él solo me abrazó y supe que me había entendido y que no había malinterpretado las señales. Sonreí, cerré los ojos y noté como él suspiraba... Ahora olvidaríamos el mundo juntos.

Entonces dejamos de besarnos y él cerró los ojos y se quedó tumbado en el suelo. Era una noche de septiembre y aún no hacía mucho frío a pesar de que ya era de madrugada, me quedé tumbada sobre él, con la cabeza en su pecho.

martes, 4 de octubre de 2011

Canción de cuna

Hoy comienzo a escribir este blog y que mejor manera de hacerlo que con una canción de cuna que haga honor a su nombre. A pesar de que no suelo escribir poesía,  (no he nacido con ese don) yo soy más de prosa, he decidido atreverme con esta.
Poco a poco iréis conociéndome a través de mis textos, algunos alegres, otros lúgubres, todos con una pizca de melancolía propia de los sueños, pero de momento os dejo con una de las pocas poesías que he escrito en mi vida:

Cierra los ojos, mi vida,
y sueña...
Sueña con un mundo
maravilloso
lleno de color
donde no exista el mal
o el dolor.


Sueña con caballos blancos
de crines doradas,
con arcoíris mágicos,
con grandes montañas
llenas de nieve.
Sueña con cosas bellas
con amor verdadero.
Con besos eternos
y principes azules.
Con sirenas, hadas y duendes


Sueña, ¡sueña!
Nunca dejes de soñar
y cuando despiertes,
cuando todo se halla ido
aún te quedarán
los recuerdos del sueño
que podrás hacer realidad


Y si, por mala suerte,
tienes pesadillas
y algún monstruo o bruja
te hace gritar
No temas, vida mia,
que nada de eso es real
y si tu no quieres
ellos jamás te dañarán


Cierra los ojos, mi niña,
es hora de dormir.
Entra en tu propio mundo
de las maravillas
en el que TODO es posible
y del que no querrás salir.


Sueña, nunca dejes de soñar
que todos tus sueños,
si luchas por ellos,
se harán realidad.

Presentación de la autora y recomendaciones


Mª Jesús Álvarez de la Braña:

Graduada en Filología Española (Grado en Español: Lengua y literatura) en la universidad Complutense de Madrid y una enamorada de la literatura.


He trabajado de profesora de español y ahora estoy estudiando el Máster de Educación para el profesorado en la Universidad Complutense.


Además de mis trabajos temporales para ganarme la vida, saco tiempo de donde puedo para lo que más me gusta: el cine, la literatura, la música, viajar, etc. 


Me puedes escuchar hablar de literatura femenina y/o feminista en la sección Mujeres de tinta, dentro del programa cultural Tócala y vete. Puedes leer los relatos, poemas o simples ocurrencias en este blog, que supone una vía de escape y una forma de ejercitarme a la vez que expongo mi trabajo y recibo críticas y opiniones de los lectores (por favor, no seas tímido: comenta, contacta, opina, participa...). Siempre tengo un libro entre manos y siempre que puede escribo.


Gracias por acercarte a este blog.





Recomendaciones de lectura:
  • Tengan en cuenta que los textos salen de muy dentro de mí, por lo que se agradece que quién no vaya a tomarlos en serio se ahorre la molestia de leerlos.

  • La completa libertad de tema, estilo y género hace que estos textos no sean recomendados para menores de 18 años, personas de carácter débil, problemas de corazón o psicológicos, mentes cerradas, estricta ideología o moral, etc. Se recomienda a personas con dichas características se abstengan de leer el blog o tomen precauciones al hacerlo ya que no me hago responsable de los efectos que puedan causar. Aun así CUALQUIERA está invitado a leerlos.


  • Cualquier sentimiento, duda o  sensación que experimenten al estar en contacto con los textos (tanto bueno como malo) les invito a que lo comuniquen y compartan conmigo, ya que la tarea fundamental de este blog no es solo exponer mis textos, sino ir mas allá: saber qué y cómo los asimila la gente. Se ruegan sean críticas constructivas.










Por ultimo solo decirles... 






¡BIENVENIDOS! Y.... ESPERO QUE LO DISFRUTEN :)