jueves, 26 de julio de 2012

Sin nada que cambie

Relato inspirado en una canción de rap escrita e interpretada por una persona muy especial para mí. Con esta canción intentó ganar un concurso y, aunque no lo ganó, consiguió inspirar este relato. 
Aquí tenéis la canción y el relato producto de el:

Sol y sombras, de Álvaro Peña Meléndez: 

https://soundcloud.com/mariaje-alvarez-de-la-bra-a/sol-y-sombra


El telón de sus párpados se abrió para cerrarse instantes después con las pupilas doloridas por su rápida dilatación al ver la luz de la mañana.
El dolor de cabeza llegó más rápido que la consciencia, mientras, el asfixiante calor del verano empapaba su almohada y no ayudaba a hacerle sentirse mejor.
Segundo intento: se vuelve a abrir el telón, esta vez lentamente. Mientras va asimilando la luz, se sacude el pelo con las manos en un intento frustrado de refrescarse, sabiendo que, a pesar del calor, su cuerpo está demasiado amuermado para responderle.
Fijando los ojos en el techo intenta reconstruir la noche anterior, pero acaba divagando sobre el gotelé del techo y su semejanza a goteras que caerán de un momento a otro sobre su cuerpo.
“Debo recordar algo de ayer” se dice a sí mismo, sabiendo que su cerebro está tan amuermado como su cuerpo, o incluso más. Intenta concentrarse y, poco a poco, trozos de lo que a él le parece una película ambigua aparecen en su mente. Recuerda el sonido de las risas, ahogado por un eco, mientras su cara aparece nublada.
Cierra fuertemente los ojos, obligándose a recordar, pero no se necesita recordar lo que se sabe que pasa todos los días: quedar con algunos amigos, conversaciones banales, algunas risas, alcohol a veces y ella, la que aparece y desaparece y a quién no consigue recordar precisamente porque no lo necesita, pronto regresará.
Abre de nuevo los ojos rápidamente y mira hacia la mesa, al reloj de pulsera que hay sobre ella, marca las tres de la tarde mientras el vacío llena su ser, es el estado anímico que ha decidido apalancarse en él todo el verano.
“¿Vacaciones? Si, ya; tres gramos de plomo, dos kilos de acero y un calibre” se le ocurre en ese instante y, según lo está pronunciando en soliloquio le parece brillante; resume perfectamente lo que siente. Animado por su ocurrencia decide hacer el esfuerzo de levantar la mitad de su cuerpo desnudo para encender el ventilador, al hacerlo, ve en la papelera dos condones usados; sí, es verdad, ahora lo recuerda, anoche ella había estado aquí. En cuanto alcanza el botón y lo aprieta vuelve a desplomarse sobre la cama sin ánimo de levantarse más, por lo menos de momento.
¿Qué hacer hoy? Vacaciones que podría aprovechar para hacer cualquier cosa y, un día más, tan solo se recuesta en la cama, medio desnudo, tras desechar algunas ideas. Se vuelve a cerrar el telón de sus parpados; el tedio se apodera de nuevo de su mente y sabe que, un día, más aplazará el moverse más que de la cama al sofá.


martes, 5 de junio de 2012

Roble

Como un roble fuerte, alto y robusto; así eres.
Rudo cuando las pasiones mueven tus ramas, pero también tierno.
Has cuidado siempre de esa hiedra, que todo el camino te ha acompañado,
Formando parte el uno del otro: Ella, que es paz, te sana con su savia,
Mientras tú proteges su frágil estructura con tu fuerza.

El tiempo pasa, dejando su huella en ti, al igual que en los árboles
Y jugamos, mirándote la cara, a adivinar tu edad por las arrugas,
Tú, bromeas, riéndote de lo que a nosotros nos da miedo,
Y sigues el recorrido que, para ti, aún no ha acabado.
Mirada chispeante, sedienta de libros y matemáticas.
Nunca te abandona esa alegría, ni aún en los peores momentos

Porque tú, abuelo, eres todo un roble eminente,
Y morirás como viviste: Siempre erguido. Porque así eres.

Dedicado a mi abuelo José Benito

martes, 15 de mayo de 2012

Despertares

Desperté... Y ahí estabas, a mi lado, en aquella pequeña cama, mientras por las rendijas de la persiana se colaban trocitos de sol que te acariciaban el cuerpo. No te quiero despertar pero, en cuanto notas que me incorporo para bajar de la cama, abres un ojo y, con un rápido movimiento, alargas un brazo para agarrarme antes de que ponga un pie en el suelo, derribándome. De nuevo estamos los dos tumbados en la cama. Yo me río, pero tu sigues aún medio dormido, acurrucándote en mi hombro, abrazándome suavemente, con los ojos aún cerrados.
Me coloco de manera que pueda mirarte, oigo tu respiración y acaricio tu pelo... En realidad no estás dormido y lo sé porque me acaricias suavemente la espalda con el brazo que has dejado sobre mi cintura. Te beso y me arrimas a ti, te vuelvo a besar y me aprietas contra tu cuerpo... En el tercer beso ya estás sobre mí... 

Despierto de nuevo.... ¡Joder!... ¡He vuelto a soñar contigo!....
Cierro los ojos de nuevo, quisiera volver a aquel sueño... No puedo evitar sonreír al recordarlo: "Por lo menos en mis sueños puedo despertar a tu lado"

martes, 10 de abril de 2012

Duermevela

Lágrimas:

Lágrimas... A veces creo que las mías se han acabado.
Lágrimas que, creo, se llevaron todos mi sentimientos; los resbalaron fuera de mi cuerpo hasta estamparse contra el suelo, se fueron con el pañuelo que las enjugó o quizá quedaron en al almohada o en el hombro de su jersey...
Lágrimas que se perdieron y que, a veces, quisiera recuperar porque, a veces, quisiera volver a llorar.

¿Dónde podría conseguir más? ¿Alguien vende lágrimas? A veces daría cualquier cosa por volver a llorar, volver a amar... Y pensar que las malgasté en tantas ocasiones...
Jamás pensé que podría echar de menos llorar, que algo o alguien me importaran tanto como para derrochar ese precioso tesoro.


Momentos:

Ven ¡acércate! y haz que, con un gesto, te cuente todo; haz que te diga mi amor secreto, mi mayor sueño, la clave de mi felicidad... Hazlo, y serás Tú.
Bésame ahora, y hazme confesarte todo lo que siento por ti; haz que de mi boca broten las dos palabras que tanto tiempo han esperado a la persona adecuada, recibe, por una noche, todas las odas que mi cuerpo ha escrito, para ti.

Ven ¡acércate! Que los momentos pasan y con ellos las oportunidades. Ven, y aprovéchate de que ahora soy vulnerable a ti de nuevo, que me has vuelto a conseguir, que me creo tus mentiras...
Acércate ahora, porque no tardaré en ser consciente de mi misma y en volver a recordar que en realidad no me quieres.
Dudo mucho que te vuelva a surgir una oportunidad así conmigo... Así que... ¡Ven! Y luego... Ya se verá.

jueves, 29 de marzo de 2012

Lo que soy

Porque yo soy lo que escribo, lo que siento, lo que digo, lo que hago, lo que sueño... 
Porque soy muchas cosas y muchas personas y, si hoy estoy aquí, es por todas aquellas personas que, para bien o para mal, me han ido haciendo ser cómo soy. 
Cada paso del camino nos va puliendo, cada pierda, gota de lluvia, golpe de viento, etcétera, nos hace ser lo que somos actualmente.
Yo soy lo que soy, para bien o para mal, y no aceptarme a mi, implica no aceptar muchas cosas que me han hecho ser lo que soy.
(Ya sé que los poemas no son lo mio... y no es gran cosa, pero necesitaba sacar lo que sentía)


Lo que soy:


No soy quien tu esperabas,
ni todo lo que querrías.
Lamento si te sentiste decepcionada.


Solo puedo decir que estoy aquí,
y que no me voy a ir,


No puedo pedir disculpas,
porque no creo haber errado,
tan solo por ser yo.


Solo te diré; que no me rendiré,
que aún me queda mucho que decir.


No soy lo que tu te empeñas en ver,
y no he formado parte de tu plan,
tengo uno propio que me gusta más.


Solo sé ser yo, no me voy a esconder,
ni a falsear lo que pienso, por ti.


No, jamás me disculparé,
por no cumplir con tus expectativas,
ni necesito tu absolución.


Solo diré que, a pesar de todo,
me enorgullezco, por ti, de lo que soy.



Dejo aquí una cancioncilla que viene al pelo de lo que quiero expresar, quizá mejor que mi poema.









martes, 28 de febrero de 2012

Ataque del Tiempo

Sintió una caricia en su nuca. Una mano fría, con dedos delgados la hacían estremecer. Se giró asustada, pero en su habitación oscura no había nadie. Volvió la cabeza de nuevo a sus apuntes, convenciéndose de que había sido su propia imaginación.
De nuevo lo sintió, esta vez más fuerte, eran como unas largas uñas que arañaban allí por donde pasaban, en este caso era su brazo, se miró y se sorprendió al ver cuatro señales de uñas enrojecidas en su piel. No podía ser parte de su imaginación: el dolor era real y el enrojecimiento también. Sin darse cuenta estaba en la pared opuesta de la habitación con la luz encendida, estaba segura de que no había sido su hermano bromeando o su perro, aquello era diferente. Temerosa, se quedó allí, en la pared, esperando atentamente a que un nuevo ataque le diese la oportunidad de conocer contra qué se estaba enfrentando.
Un frío la invadió por detrás y sintió unos brazos fríos, delgados e invisibles la abrazaban fuertemente, intentó zafarse pero, no sabía si por miedo o por la fuerza de aquel ser invisible, no podía. Un susurro surcó su oído y penetró hasta su mente con una fría punzada. "Saaaaara….” Oyó a la par que el dolor la hacía estremecerse
-¿Quién eres?- Preguntó Sara
-Soy quien tanto deseabas que te visitara, a quien tanto has llamado para deshacerte de todo lo que te ata a eso que llamáis “pasado”…
-No lo entiendo.- Aunque le dolía la cabeza cada vez que aquel ser le susurraba tan martirizantemente en el oído, no podía evitar querer hacerle hablar, quería saber qué o quién era.
El ser se rió estrepitosamente, haciendo que Sara vibrase y que martillease la risa en su cabeza.
-Cuidado con lo que deseas… -Dijo en tono de burla.- Los humanos, siempre igual, no sabéis lo que queréis, habláis más de la cuenta y desperdiciáis vuestros minutos. Yo, tengo que verlo, siempre acompañándoos y acariciando vuestros preciados segundos desaprovechados que yo no podré utilizar. Me presentaré: soy el Monstruo del Tiempo, así me llaman, y vengo a castigarte.
-¿Qué hice?
-Desear.-Dijo mientras sus brazos huesudos y helados, la abrazaban cada vez con más fuerza y sus uñas iban recorriendo su piel.
Sara no podía evitar el doblarse de dolor al notar sus uñas clavándose cada vez más profundo en su piel, a la vez que el frío helador que transmitía le dejaba los miembros entumecidos. Pero, lo que definitivamente la hizo soltar un pequeño grito ahogado de dolor fue aquella voz, que cada vez profundizaba más, en su cabeza, parecía que iba a estallar de un momento a otro, cuando él dijo:
-Tus deseos serán cumplidos, con ello tendrás mi castigo y yo me llevaré tus preciados recuerdos y momentos.
En ese momento ella visualizó todas las noches de angustia y llantos, desando olvidar, deseando que el tiempo pasara y que aquel amor, aquellos momentos de felicidad completa o aquellos besos y caricias desaparecieran de su cabeza y la dejase volver a ser feliz. Esos días y esas noches, en las que cada recuerdo la hacía llorar desconsoladamente, había deseado olvidar, sacarle por completo de su cabeza, a él, su amor y todos aquellos momentos, esos que dicen que el tiempo acaba borrando.
Cuando vio todas estas imágenes desfilar por su cabeza, imágenes de sí misma, el dolor fue insoportable, incluso creyó que se desmayaría, pero el Monstruo del Tiempo no la dejaba caer, no la dejaba evadirse, quería que comprendiese su castigo y así fue.
-¡No! No me quites mis recuerdos, no quiero, ya no… -
-Tarde… - Dijo el Monstruo del Tiempo mientras dejaba que sus uñas arañaran el cuerpo de ella por distintas zonas, rasgando su piel.- Suelo ser muy paciente y respetuoso con vosotros, los mortales, pero… Tú me has cansado y he de decir que os envidio, por lo que encontraré placer en destruirte.
Entonces, ella se dio cuenta de que el Monstruo del Tiempo se había materializado, vio aquellas manos enormes, que hasta ahora solo había sentido, con unas uñas afiladas que la arañaban el cuerpo y que la obligaban a estar pegada a él, dándole la espalda, de modo que no pudo verle la cara, pero sentía su aliento en el cuello.
Poco a poco, comenzó a olvidar que una vez lloró y rió por amor, al darse cuenta gritó:
-¡NO! ¡He reflexionado, no quiero deshacerme de los recuerdos, es lo único que me queda, me ayuda a saber quién soy!
-Bueno… Por desgracia para ti, has llegado tarde.- Dijo de nuevo el monstruo, musicalmente.
Sara comenzó, sin darse cuenta ya, a olvidar cosas de su pasado, tantas que cuando el monstruo acabó le había robado media vida, pero ella ya no lo sabía, ya no se daba cuenta, porque su memoria había sido reducida al mínimo, debía dar gracias si sabía cómo se llamaba.
Cuando el monstruo acabó, la había rasgado todo el cuerpo. Sara, que al principio había intentado resistirse, luego se fue abandonando a su suerte. Las manos del Monstruo del Tiempo habían recorrido todo el cuerpo de Sara, dejándola llena de arañazos y con la ropa hecha trizas. Al soltarla, Sara calló al suelo, inerte, pero utilizó sus últimas fuerzas para mirar hacia arriba; tenía que verle.
El Monstruo del Tiempo, así le llamaban, era de un color gris plateado, con un cuerpo delgado, casi raquítico, en el que se marcaban unos músculos que tenían más fuerza de la que aparentaban, sus manos eran desproporcionadamente grandes y sus uñas, afiladas como cuchillas, tenían forma curva, como las de los gatos. No llevaba ropa, aunque tampoco la necesitaba, ya que no tenía sexo alguno y sus piernas acababan en dos grandes pezuñas. Su cara era afilada, tenía nariz de serpiente y ojos de tiburón, las orejas puntiagudas y dobladas y, en la parte más alta de la cabeza, tenía unas protuberancias en forma de pico. Pero, lo más llamativo era su boca: pequeñas y cosida en los laterales, dejando solo la parte del medio para articular los sonidos.

Él, se quedó mirándola mientras ella, desde el suelo, le miró durante unos segundos antes de perder el conocimiento. Ya con los ojos cerrados, pero aún consciente oyó como él decía:
-Mi poder es el olvido, ese que tanto me pediste y con el que hoy te he castigado. No supiste valorar todos aquellos momentos, no comprendiste lo afortunada que eras por tener todos aquellos recuerdos que hacían verdad lo inverosímil y, como consecuencia, le quitaste valor a todo lo vivido… Yo, que estoy condenado a hacer que las horas y los días se sucedan, y que solo puedo aspirar a llevarme algunos momentos menospreciados que me mantienen con vida, jamás podré vivir como vosotros, pero vuestra existencia me complementa. Sin embargo, has despertado mi ira, y por ello te he arrebatado en minutos lo que debería haberme llevado años. Lo único que no podrás olvidar jamás será a mi
Al día siguiente Sara despertó en su cama, todo había sido una horrible pesadilla, suspiró aliviada. Pero, cuando fue al baño encontró que su reflejo había cambiado, ya no era la chica joven y guapa que solía ver. Ahora estaba llena de arrugas y tenía el pelo casi totalmente blanco. “No había sido un sueño…” Se dijo así misma y, de manera casi instantánea, comprobó que muchas partes de su memoria estaban vacías, como cuando sabes que sucedió algo pero no recuerdas exactamente qué. Por mucho que se esforzaba no era capaz de recordar el día que le conoció, o cómo. Sabía que había amado alguna vez, pero no recordaba lo que se sentía... nada; era más una intuición que un recuerdo.
Se angustió cada vez más, al intentar recordar otros fragmentos de su vida que quedaban en un vacío horrible. La mitad de su existencia había sido borrada.
Un grito angustioso llenó toda su casa, sus padres subieron corriendo a su cuarto y al ver su aspecto se asustaron, no podía explicar lo sucedido y las lagunas en su mente eran cada vez mayores.
Sara reside actualmente en un manicomio, ya solo recuerda su nombre.

jueves, 12 de enero de 2012

Esfinge de los sueños

La habitación estaba a oscuras, la luz de las farolas de la calle se filtraba por la ventana abierta y se movía al son de la cortina, balanceándose, haciendo juegos lumínicos.
El calor y el desorden llenaban aquella pequeña habitación. El escritorio estaba repleto de libros, tabaco de liar, papeles, sellos, plumas... En el suelo de la habitación reinaba la anarquía de ropa, zapatos y dos guitarras abandonadas y las paredes estaban repletas de fotografías y dibujos sembrados al azar. En la cama, deshecha, se encontraban Alberto y Ángela abrazados, con los cuerpos aún sudorosos y la respiración descompasada. 


Alberto se arrastró cansadamente hasta la mesa, cogió el tabaco y el papel y volvió con un cigarro encendido a la cama. Mientras, ella había aprovechado para invadir toda la cama.
Se sentó en un hueco que quedaba a los pies de la cama y Ángela le miraba, tumbada de lado. Él le acercó el cigarro a los labios y, con ternura, se lo sujetó mientras ella le daba una larga calada.
-Ven, túmbate conmigo.- Dijo mientras expulsaba el humo suavemente. 
Obedeciendo, Alberto acercó el cenicero a la cama y se tumbó boca arriba al lado de ella. Ángela aprovechó para colocar la cabeza en su almohada favorita: un hueco entre el hombro y el pectoral de él, quedando el brazo de él irremediablemente atrapado por ella y ella de lado.
Así estuvieron mucho rato, fumando y hablando de cuando en cuando. El resto del tiempo lo único que se oía era el ruido lejano de los coches, el aspirar y soltar el humo del tabaco y la brisa del aire fresco de una noche de finales de Agosto.


-Abrázame.- Le pidió ella, alzando la vista para poder mirarle desde su posición.


Él la miró y vio en sus ojos que lo decía en serio, así que pasó el brazo que le quedaba libre hasta agarrarla de la cintura, mientras con el otro (que quedaba sepultado por su larga cabellera hasta el codo) la apretó contra sí dulcemente. Ángela, aún acoplada en aquel hueco del hombro, se limitó a cerrar los ojos y dejarse abrazar dulce y fuertemente.


-Abrázame toda la noche... Aunque no me quieras, aun que sea mentira...- Dijo casi en un susurro.


Alberto buscó su rostro con la mirada mientras le apartaba el pelo de la cara, que le molestaba para ver su expresión. Se la veía tan pequeña ahí: apoyada en su pecho y con sus dos brazos cubriendo casi la mitad de su cuerpo. 
Aquellos ojos le miraban, no con ternura, ni con miedo, ni con amor, ni con deseo, sino de una manera distinta, una mezcla entre alegría y desesperación. No sabía entender esa mirada, pero la sabía localizar porque solo ella tenía aquel sentimiento extraño fundido en su pupila. Esa mirada, que ella le regalaba, decía sin decir nada. La apretó mas fuerte contra su cuerpo, sintiéndola cada vez más pequeña entre sus enormes brazos, la besó la cabeza y esperó pacientemente hasta que su respiración se acompasó, haciéndole saber que estaba dormida profundamente.
Podía oír el latir de su corazón acompasado, lo que le daba una tranquilidad sospechosa. 
Aquellos ojos de esfinge, que le tenían preso sin tenerle, se encontraban ahora en un mundo distinto y ella era como un hada de los sueños, temblaba, murmuraba e, incluso, sonreía. Él se divertía mirándola dormir, velando sus, a veces, ajetreados sueños. "Pobre criatura, como los seres mitológicos te adoro y te admiro solo por el hecho de que no te entiendo" pensó Alberto y acto seguido, se unió a los sueños de su duende.

lunes, 9 de enero de 2012

Mi mundo

Empezando el año con algo viejo, os pongo aquí un texto que ya fue publicado en su momento y gustó bastante... Ahora, una parte de él será publicado también en un marca paginas diseñado por mi amiga Mamen. 
Espero que tenga la misma buena acogida que tuvo hace unos meses en ámbitos más cerrados:


Reté con la mirada a mi reflejo y algo dentro de mí gritó "¡Ven!". Seguí aquel impulso y me acerqué más al espejo, la llamada cada vez era más fuerte y ya estábamos mi reflejo y yo nariz con nariz cuando me pareció ver un guiño en esos ojos, reflejo de los míos, y una media sonrisa. Cerré fuertemente aquellos ojos que sí me pertenecían esperando el choque con el espejo mientras daba un paso más, como hipnotizada.
Cuando los abrí ya no estaba en mi habitación frente a aquel gran espejo, sino que estaba en un paraje llano, muerto y gris en el que lo único que había era un gran lago plateado. Miré a mi alrededor mientras mi propia situación me hacia sonreír por recordarme irónicamente a la de Alicia.
Apareció ante mí una pequeña mesita de cristal y, sobre ella, un cuaderno y una pluma grabados con mi nombre. Miré de nuevo a mi alrededor pensando que realmente era un sueño que merecía ser escrito.
Por fin, decidí coger la pluma y el  cuaderno, si algo había leído de las novelas de fantasía era que las cosas que aparecen por arte de magia con tu nombre escrito en ellas, sobre todo cuando te hallas en una mundo desconocido, suelen ser útiles y defensivas pero... ¿Cómo me iba a defender con una pluma y un cuaderno?
Abrí el cuaderno con la esperanza ilusa de que saliese de él un mago que me diera indicaciones o algo parecido. Por supuesto eso no sucedió, así que cogí la pluma, me senté en aquél suelo frío y comencé a escribir lo primero que se me ocurría, casi todo era del tipo: "¿Qué hago aquí?, Hace cinco minutos estaba en mi habitación, ¿Esto es un sueño?”, etc.
Miré hacia arriba y me di cuenta de que mientras estaba absorta en mi escritura el paisaje había cambiado: volvía a estar en mi habitación. Cerré el cuaderno con la intención de salir corriendo escaleras abajo y cerciorarme de que había vuelto a casa, cuando todo aquello se volvió a desvanecer justo al tiempo que el cuaderno se cerraba y, de nuevo, estaba en aquel mundo extraño, desolado y gris, con su lago y sin nada de vegetación, ni una sola forma de vida o pruebas de la existencia de la misma.
Entonces lo entendí, lo entendí todo, incluso aquella sonrisa irónica en mi reflejo antes de traspasar el espejo. Todo lo que yo escribía se materializaba como una realidad mientras el cuaderno se mantuviese abierto.
Para comprobar mí teoría decidí diseñar, a base de palabras, letras, juegos y descripciones detalladas, un ser irreal, terrible, un monstruo inexistente y allí apareció; frente a mí... Respirando, moviéndose como si fuera real, de hecho, era real.
De repente no podía imaginar mejor arma, mejor instrumento, que ese insignificante cuaderno y esa pequeña pluma. Podría tener cualquier cosa, y noté en mi cara aquella sonrisa maliciosa, la que antes tenía mi reflejo, al darme cuenta de que me había metido en MI mundo. Aquel paisaje gris y muerto estaba, cual página en blanco, esperando la vida que le diera mi pluma.
Mi cabeza se plagó de ideas: Llenaría aquel espacio con mis ideas, crearía mi propio mundo, escribiría mis aventuras, elegiría mis batallas, pintaría mis paisajes con mi escritura, diseñaría mis armas y inventaría minuciosamente a mis compañeros de aventuras. Cuanto más detallada era la descripción, cuanto más rico en detalles y más literario era el texto mejor se vería en la realidad, en MI realidad.
Mi sonrisa era cada vez mayor, casi no me cabía en la cara y me invadía un nerviosismo que rozaba con la locura.
Avancé por el lugar, pensando cómo empezar, ya que no me habían dado un lápiz sino una pluma, debía elegir bien qué poner y cómo ponerlo. Dejé el lago atrás y me senté en el suelo con una risa histérica. Comencé a crear mi mundo, mi realidad.
Mientras creaba el paisaje por el que transcurrirían mis aventuras, una duda surcó mi mente y tras ella, fueron más: ¿Cuánto tiempo estaría allí? ¿Y si luego no podía salir? ¿Debería dedicarme a buscar cómo salir en vez de ponerme a escribir un mundo sobre el que caminar?
Sacudí mi cabeza, dejando esas preguntas a un lado, “ya tendría tiempo de preocuparme por eso” y, en seguida, volví mis ojos y mi pluma al papel, ansiosa por crear y sabiendo que en cuanto me cansara siempre podría cerrar el cuaderno y empezar una nueva historia.
Una última pregunta que se había quedado rezagada: ¿Cuántas páginas tiene el cuaderno? Aunque la pregunta era importante, no me inmutó, la deseché sin prestarle atención... Ya estaba hipnotizada en mi escritura, ya no había vuelta atrás.