Jueves 13-2-2011
Aún no han pasado ni dos días desde que te enterramos y ya
te echo de menos.
Hoy estuvimos mi hermana y yo arrancando pedazos de tu
recuerdo de toda la casa para meterlos en cajas. No te imaginas cuántas cosas
dejaste aquí en tu partida. Ella sabe que aún no estoy preparado para
deshacerme de todas esas cosas, por eso, de momento, solo vamos recopilándolas;
haciendo pequeñas montañitas de tus libros, tu ropa, tus fotos… No sé qué voy a
hacer con tanto espacio en la casa, tú siempre tuviste una gracia innata para
llenar cajones, estanterías y armarios de cosas, ahora lo echo de menos.
Viernes 18-2-2011
La recopilación de tus cosas está durando más de lo
esperado. Hanna insiste en que será bueno para mí deshacerme de esas cosas;
apartarlas lo antes posible para no caer en la melancolía, pero siento
que te traiciono y eso lo hace más lento todavía. Cada camisa que cogemos para
apilar, cada libro o adorno, me trae miles de recuerdos, y en él está aún
impreso una parte de ti, es por eso que Hanna tiene que hacer uso de su
paciencia, apaciguarme a veces, y poco a poco, ir alejando de mi todas tus
cosas, casi sin que me dé cuenta.
Lo único que aún no nos hemos atrevido a tocar ni ella ni yo
ha sido tu escritorio, que sigue con aquel desorden que siempre lo inundó y me
gusta verlo así; me hace recordarte de una forma clara: allí sentada, hasta
altas horas de la mañana, escribiendo u ojeando alguno de los muchísimos libros
que aún están ahí cogiendo polvo… En algún momento tendré que enfrentarme a esa
parte de la casa; esa parte que es el trozo de tu alma más grande que todavía conserva este mundo.
Sábado 26-2-2011
Cada noche lloro un poco recordándote. Te echo de menos,
pero parece que el dolor, poco a poco, va menguando.
La casa se ha quedado medio vacía sin tus cosas que lo
impregnaban todo de alegría. De aquellas cajas, que han ido al trastero con una
pegatina “cosas de Carolina”, he conseguido salvar algunas fotos y varios
libros, esos libros que aún tienen tu aroma.
He de confesar que a veces enciendo la luz de tu escritorio
y me voy a acostar, fingiendo que, un día más, has decidido quedarte allí hasta
tarde trabajando y yo te espero en la cama. Sé que parece una tontería, pero me
hace conciliar el sueño el pensar que tú sigues por allí rondando y consigo un
sueño apaciguado.
Aun así tu escritorio no se va a salvar; ya ayer Hanna me
dio una caja, más pequeña que las anteriores, con una pegatina: “escritos de
Carolina” y me dijo, con un tono lo más apacible que pudo, “No te voy a meter
prisa, pero tendremos que deshacernos de eso también”. He de admitir que al
principio me sentó mal aquel "tendremos". Bastante que yo iba a tocar
tus textos sin tu permiso, pero ella… Será mi hermana, pero no tiene por qué
meterse en esos asuntos. Luego me di cuenta de lo que significaba aquella caja
y suspiré… ¡Otra caja más! Parece que todo lo que has sido se reduce a cajas, ya
sean de cartón o de madera, todas enterradas bajo una insignia.
Jueves 3-3-2011
Hoy me he sentado en tu escritorio con la idea de comenzar a
meter tus diarios, textos, relatos, dibujos y papeles en su caja
correspondiente. Sí, me he sentado en tu escritorio, y no he podido evitar el
querer leer por última vez tus cosas, para empaparme de ti de nuevo, perdóname.
He cogido el primer papel que he visto y lo he acercado, con
una mezcla de miedo y ansia, hacia la luz del flexo, para poder leer mejor. No
tenía título, así que he ido directamente a la materia y ahí estabas tú, de
repente; resonando en mis oidos. Te sentía a mi lado como si tú estuvieses
leyéndome todo aquello… Y he sonreído, he sonreído de nuevo, después de tanto
tiempo.
Viernes 4-3-2011
Me gustó tanto volver a oír tu voz de nuevo ayer que hoy he
repetido la operación. Casi no he podido esperar a llegar del trabajo para
sentarme en tu escritorio a leer. He cogido otro folio; un relato sobre el
tiempo, y lo he leído saboreando cada letra, que sonaba en mis oidos como un
susurro de tu voz, con esa forma peculiar que tenías de pronunciar la “ch” al
decir “chica” o “violonchelo” y tu suave
silbido en las “s” finales.
Los últimos relatos que escribiste no están acabados, no
tuviste tiempo para acabarlos, lo cual me causa mucha intriga ¿Cómo querías que
acabasen Carol? Si yo pudiese acabarlos
por ti… Pero yo nunca tuve mano para la escritura.
Lunes 7-3-2011
Llevo toda la semana leyendo todos tus relatos, tus
historias, tus ensayos y estudios… Luego los guardo en la caja convencido de
que han cumplido su propósito: el acercarme por última vez a ti, apaciguar mis
temores.
Sigo oyéndote en cada uno de ellos. Las letras en mi cabeza
se transforman en sonidos, sonidos de tu voz. Me siento como un músico al leer
las diferentes notas musicales con su colocación en el pentagrama. Así de
claras van resonando en mi cabeza, con tu entonación según las palabras y la
forma en la que están colocadas e incluso escritas. Parece que estuvieses
leyéndome solo a mi, como si los hubieses dejado ahí con la idea de poder
hablarme desde dónde quiera que estés, para contarme todas esas historias que
en vida nunca me leíste. Ahora que lo pienso, quizá fue por eso por lo que
nunca me las leíste, quizá estabas plasmando en cada una de ellas tu esencia,
para que cuando no estuvieses yo pudiese tenerte de nuevo a mi lado, a pesar de
no poder verte.
Sábado 12-3-2011
Ya hace un mes que nos dijiste adiós, y parece que han
pasado años… Pero, cada noche me tumbo en la cama con algo escrito por ti, y me
recreo en el silencioso sonido de tu voz mientras disfruto de tus historias.
Algunas ya las había leído antes, pero nunca me habían parecido tan buenas como
hasta ahora, y es que, leído por ti, todo toma otro matiz. Otras, son
completamente nuevas para mí, debiste escribirlas en los últimos momentos de tu
vida, porque noto esa tristeza que a mí siempre me ocultaste tras una sonrisa
silenciosa, ahora ya no puedes hacerlo porque tu tono de voz te delata.
Jueves 17-3-2011
Jamás había estado tan enganchado a una lectura como lo
estoy ahora a tu diario. Espero que no te importe que lo esté leyendo, siempre
me dijiste que la única persona que podría hacerlo sería yo y… aunque me costó
mucho hacerlo, el otro día me armé de valor y cogí el primero; el más viejo.
¿Cómo puede ser que incluso oiga tu voz de cuando eras niña?
Estoy seguro de que esto no es casualidad; escribiste un diario para dejar tu
esencia en este mundo, estoy seguro, y te confirmo que lo has conseguido.
Me encanta recorrer tu niñez y tu vida, a veces me río y a
veces lloro, pero siento que lloro y río contigo. Siento que empiezo el camino
de nuevo, contigo, desde tu punto de vista. Me meto en las cosas que cuentas,
acontecimientos cotidianos de una niña de entre ocho y diez años, hasta el
punto de sentir lo que tu sentías. ¡Ojalá hubiese podido estar ahí contigo,
cariño! Todo el tiempo del mundo habría sido poco para compartirlo contigo si
hubiese sabido que te iban a separar tan pronto de mí.
Me habías contado muchas veces cosas de tu niñez, pero
leerlas ahora con tus propias palabras infantiles, tu caligrafía de cuadernillo
Rubio, tus faltas de ortografía garrafales… Ya no solo te oigo, cada vez te
siento más, y eso hace que me aficione cada vez más y más a la lectura de tu
diario. No sé en qué invertiré mi tiempo cuando acabe de leer todo lo que
tienes en el escritorio, pero tampoco quiero pensarlo, aún me quedan cuatro
diarios y dos libros: el que dejaste sin acabar y el que por fin acabaste y
conseguiste editar (aún guardo un ejemplar en casa y no lo tiraré).
Mi voracidad escuchándote leer en mis oídos, ha hecho que ya
me haya fulminado todos tus relatos cortos, es por eso que comencé con tus
diarios.
Viernes 20-4-2011
Ahora te entiendo, mi vida, entiendo tantas cosas que antes
no...
Todas aquellas noches que te quedabas hasta la madrugada
leyendo, todos aquellos días que olvidabas hacer la comida o, incluso, te
olvidabas de comer, solo por estar leyendo un libro que te había atrapado. Pero no es solo el contenido lo que me fascina a mí, sino tu
voz, que cada vez suena más nítida en mi cabeza ¿a ti te pasaba igual? ¿También
oías sus voces?
Tu voz me ha relatado ya toda tú niñez y tu adolescencia, me
ha revelado secretos y pensamientos íntimos (admitiré que me ruborizo mucho al
darme cuenta de cuán profundo estoy entrando en ti). Ha ido cambiando y
madurando el timbre, a la par que tu caligrafía y tu estilo de escritura según
han ido avanzando los diarios.
En esta segunda vida que llevo, en la que me sumerjo de la
mano de tu sonido en tus diarios, ya tienes veinte años, nos acabamos de
conocer, y leo la historia que ya he vivido, recordando detalles, algunos más
olvidados que otros, y escuchando atentamente tu versión de los
acontecimientos, con todos los pensamientos que tuviste en aquellos momentos, todo
relatado con el sonido de una voz que cada vez se parece más a la última que oí
en tu boca.
Viernes 20-5-2011
He acabado todos tus diarios, todos tus relatos y el libro
que dejaste a medias, ya solo me quedan unas veinte páginas del que conseguiste
acabar.
Hanna dice que debería alejarme de estos libros, que no es
sano que esté tanto tiempo leyendo cosas que has escrito tú. Ella no entiende
que es la única forma que me queda de estar contigo, de oírte de nuevo. Que he revivido cada paso que has dado en tu
vida, hasta el día de tu muerte, que es la única conexión que tengo contigo,
que tú me hablas a través de las letras. Claro que no lo entiende, ella no eres
tú. Tú me entenderías y apoyarías, a pesar de que me hayan dado un ultimátum en
el trabajo porque últimamente llego cansado a trabajar, a pesar de que haya
adelgazado no sé cuantos kilos, y ya no me afeite ni me cuide. ¡Qué más dará
eso! Tú estás conmigo de nuevo y haré lo que haga falta para conservar el
sonido maravilloso de tu voz, el máximo tiempo posible, pero… no sé qué voy a
hacer cuando acabe las veinte páginas que me quedan, quizá comenzaré de nuevo a
leerlo todo desde el principio.
Un día cualquiera de Mayo del 2011
Dicen que estoy enfermo, que me he vuelto loco, solo porque
quiero mantenerme cerca de ti, dicen que no es sano que ya no salga, ni coma y prácticamente ni duerma, que ni sé qué día de la semana es.
La caja que iba a contener tus cosas del escritorio se ha convertido
en una mesa transportable que llevo de acá para allá por toda la casa. Leo una
y otra vez cada relato, cada diario, escuchándote una y otra vez. Estoy
enganchado a ti; estamos unidos de nuevo, de una forma más profunda incluso que
antes, y nada nos separará hasta el día en que me muera. Esta vez no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario