Aquí vuelvo con el primer texto que publico en este 2016 que, irónicamente, no es un texto nuevo, sino uno que tiene ya casi dos años... pero que me ha parecido adecuado retomar.
La noche me llama ¿la oyes tu también? Quiere jugar con
nosotros otra vez…
Me susurra que echa de menos nuestros ecos en su soledad: las
risas, los pasos y las charlas de cuando jugábamos con ella ¿recuerdas? Nosotros éramos dos seres nocturnos que acompañábamos a su Luna y ella, nuestra aliada y confidente, era toda nuestra.
Aún la oigo llamarme a través de las paredes; me despierta rogándome que salga a jugar. Yo le digo que
no, que no puedo salir a jugar más, que no puedo seguir siendo su compañera, que
hay una vida que tengo que sacar adelante y que sin ti ya no me atrevo, pero
ella insiste.
Algunas noches me paso las horas observándola desde mi
ventana, a través de mi insomnio incurable. Noches en las que no salgo pero
charlo con ella, acompañando su vigilia. Otras, ella consigue convencerme y
entonces salgo un rato, pero la oscuridad se quedó impregnada de ti y resulta difícil
no sentirte en el aire que mece los chopos y hace que sus hojas parezcan
purpurina a la luz de la luna, a través de todos los caminos que nos
pertenecieron; en los que dejamos la huella de nuestra historia, en cada paisaje
que miro a la luz de las estrellas… Así que me rindo y vuelvo a casa derrotada.
No hay un día que no piense en ti y la noche se pasa enfrentándome
a ella; a veces yo gano y me deja dormir, otras, me dejo ganar con la esperanza de que también juegue a despertarte y te haya vencido como a mi. Así que, dime ¿la oyes?
Lo único que quiere es tener a sus dos noctámbulos otra vez
con ella, aunque sea en la distancia. Así, con este pensamiento, paso
madrugadas planteándome si tú también estarás despierto, pensando en mí, porque
la noche nos echa de menos, dime ¿puedes oírla?
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